Las águilas y el halcón

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Por Félix Jelinek

Un día el águila mayor de luz me dijo: «si quieres volar tan alto como yo, para conocer mi Universo y ayudarme a poblar mundos sin fin, tienes que nacer en una esfera, que preparare para mis hijos que deseen seguirme». Respondí: “si quiero águila mayor”, y tomándome entre sus alas me coloco en este planeta azul que llamamos tierra, para adquirir el conocimiento y la experiencia que me ofrecía. Me dijo: como tú existen millones que tendrán las mismas oportunidades de volar muy alto, hasta llegar al lugar donde existe mi morada ó el gran nido.

Nací, crecí y comencé a volar en círculos, muy cerca de la tierra observando la carroña dispersa en los campos enfermos y contaminados por la depredación de la fauna animal. Parecía un gallinazo ó zamuro, pues mis plumas estaban ennegrecidas por el humo, el hollín y la contaminación del ambiente donde aprendí a volar. Trate de elevarme, pero escuche al águila mayor que me preguntaba: «¿estás solo?…. No es bueno que lo estés, debes regresar con una familia, te daré ayuda idónea para que sea tu compañera». De repente a mi lado estaba una hermosa águila, que revoloteaba, retozaba, volaba en círculos, se lanzaba al vacío con las alas recogidas, cortejándonos   y amándonos mutuamente. Nuestros sentimientos trascendían el tiempo y el espacio y muy juntos apoyándonos en todo, iniciamos nuestros vuelos juntos.

El viento jugaba con nosotros y nos lanzaba contra las nubes. Mi compañera se escondía tras ellas, y de repente aparecía veloz hacia donde me encontraba, volando en círculos, hasta sentirse segura y protegida con mi presencia.

De repente se hizo un profundo silencio, ceso el canto del viento tras una nube muy negra apareció un pequeño halcón, que muy rápidamente centro su atención en mi águila compañera. Sorprendida con su habilidad de vuelo y sus rápidos movimientos, mi compañera lo siguió confiadamente. Cuando la vi alejarse en la búsqueda del halcón intruso que se ocultaba, le grite, ten cuidado mi águila compañera, es un Halcón intruso, entrenado para cazar, pero ella no me oyó. Se sumergió en las nubes oscuras inocentemente y   de pronto escuche un grito y varias detonaciones. Me lance en caída libre y observe cazadores que armaban sus escopetas y seguían el vuelo del halcón, que les traía su presa. Mi compañera alcanzada por un disparo cayo hacia el vacío dando giros fuera de control. El halcón intruso la seguía en su caída para atraparla entre sus garras. Cuando trate de acercarme para rescatarla, fui alcanzado por un disparo, que me hizo perder la capacidad de dirigirme hacia el lugar donde pensé había caído mi águila compañera. Escuche al Águila mayor de luz que me pregunto: “Donde esta tu compañera?” Respondí: «la perdí, el halcón la llevo a una trampa y cayó dando tumbos herida en una de sus alas». “Búscala” gritó….. De inmediato me lance al vacío con la herida abierta y volando en círculos, pude verla sobre la saliente de un risco. Pensé que estaba muerta, pero al posarme con dificultad a su lado, pude ver que abría sus ojos, que reflejaban mucho dolor, lágrimas y sufrimiento… Con un débil sonido muy apagado me dijo: “escuche tu alerta pero no te hice caso”…. La abrace contra mi cuerpo, que lleno de angustia y de dolor trepidaba mientras , la levantaba sobre mi lomo y trataba de sacarla de aquel sitio, donde el halcón intruso, esperaba el momento oportuno para atraparla. La maldad humana embargaba mi corazón, al ver frenar el desarrollo y el vuelo de mi águila compañera, hacia la morada del Águila mayor, de aquella hermosa águila compañera, que me había sido entregada como un regalo del cielo en septiembre del 2006.

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Águilas nacidas como humanos.

Durante toda mi vida pero en especial durante los últimos años, me sentía inmerso en este mundo vacío, sin espacio, para ser libre y hacer lo que quería, atado desilusionado, desconcertado, e impotente, no aceptaba los comportamientos absurdos, vanos cargados de violencia de contención, carentes de valores e ideales edificantes del ser y de su espíritu. Este cuadro me fue alejando del amor que me brindaba mi águila compañera, cada día cada momento. No me daba cuenta, que existía distancia entre nosotros. Me sentía rechazado por todos, sin amigos sin familia, solo ella soportando mis cambios de carácter y mi pesada carga, que se sumaba a la de ella. Era un verdadero regalo de DIOS, tal y como lo había pedido en oración durante una fuerte crisis espiritual en Septiembre del 2006, en una noche oscura en lo alto de un tanque de agua, donde miraba las estrellas, rodeado de mis perros compañeros. La tome con dificultad entre mis alas y volé herido hacia el cielo. Allí al águila de luz mayor me dijo. Haz cumplido tu misión, ella vivirá y será tu compañera para siempre en mi reino. El trabajo de ambos debe terminar.

Sanados, regresamos a la tierra ya no como águilas, sino como personas. Buscaba una buena razón que justificara mi nueva existencia y me aferre a las escrituras y al Evangelio de Jesucristo para vencer la impotencia que me asfixiaba dentro de una cómoda casa, que logramos adquirir y terminar con mucho sacrificio, con mi águila compañera. Solo Jesucristo y ella me tendían sus manos y aunque quería tomarlas y aferrarme a ellas, el estrés que me acompañaba lo impedía. Divagaba y divagaba, para calmar mi intranquilidad. Largas horas de pensar y escribir y otras muchas, donde a mi mente en blanco solo acudían actores negativos que criticaban todo lo que ocurría en mi entorno. Luchaba por entenderme a mi mismo en silencio, mientras ella sufría cada momento un desgaste emocional, por sus propias cargas, su trabajo cada vez más pesado, más la que yo sin darme cuenta le sumaba a su ya pesada alforja. Luego un día ella me habló largamente. Le prometí no interrumpirla, mientras lo hacía, cosa que con frecuencia lo hacia, y ella me reclamaba. La escuche primero con molestia por sus duras recriminaciones y afirmaciones del descuido del cual había sido objeto por años. Me desnudo y me hizo sentir lo equivocado que estaba y lo lejos que había estado viviendo estando tan cerca de ella. Me hizo ver que todo mi programa para encontrarme conmigo mismo en la soledad de las horas mientras ella trabajaba, habían sido en vano, improductivas, mis criticas y rebeldía ante el sistema imperante, me habían alejado de ella. Una y otra vez me lo había alertado, pero yo seguía inmerso en mi mundo angustiante de soledad. Mientras pensaba en lo que me decía escuche su grito desesperado de su partida entre profundos sollozos aferrada a mis brazos. Sentí una profunda tristeza, un mayor dolor y vacío interior en todo mi ser, que de pronto estremeció cada fibra de mi cuerpo. Solo ella era capaz de llenar mi vacío, con sus cariños y palabras siempre oportunas para sacarme de ese mundo de aislamiento que me rodeaba. Fallé y fallé en darle amor y cariño, creí que ella era lo suficientemente fuerte para soportar mi carga y la de ella. Todo de repente hizo explosión en ella y en la casa. El estrés acumulado se hizo crónico. El reconocimiento de mi error y la necesidad de renovarme, parece que llego tarde a la vida de ella, que fue atrapada por los flirteos de un hombre oscuro, que disfrazado como un halcón intruso entrenado para atrapar presas, con gran astucia, comenzó a controlar su vida. Ella me decía “tengo un conocido” una y otra vez, hasta que el astuto halcón la atrapo en sus garras donde se encuentra en este momento muy confundida sin saber cómo desprenderse y retomar su vuelo hacia la morada del Padre ó águila mayor.

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Nota: Este artículo me fue concedido por Félix, un amigo y paciente con una excelente calidad humana. Un escritor con la capacidad de plasmar sentimientos y vivencias en palabras escritas. Lo comparto en forma de inspiración para quienes en alegan momento han encontrado a su águila compañera.

Lucy Coleman

 

 


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