Es muy necesario nutrir nuestro espíritu para poder mantenerse sano.

Hace unos años, mi vida giraba en torno a hacer dinero y alcanzar el éxito profesional. Todo parecía marchar de maravilla, ya que logré cumplir cada una de mis metas. Sin embargo, llevaba una vida que, en el fondo, se sentía vacía e incompleta. Siempre había una sensación de que algo faltaba. Y como suele suceder, esos vacíos intentan llenarse con más cosas materiales, lo que solo aumenta la insatisfacción.

Es una historia larga, pero puedo resumirla diciendo que todo cambió el día en que tomé la firme decisión de priorizar mi salud mental y espiritual, a pesar de no considerarme una persona espiritual hasta entonces. Esa conexión fue desarrollándose poco a poco, luego de mucha búsqueda y reflexión. Finalmente, llegué a donde necesitaba: convertirme en profesora certificada de yoga. Ha sido uno de los caminos más enriquecedores de mi vida, transformándola por completo.

Antes de ese cambio, solía enfermarme con frecuencia. Siempre me faltaba energía. Cada año esperaba con resignación la famosa gripe estacional, y al menos una vez por semana sufría de molestias digestivas. Mi cuerpo vivía agotado por el ritmo que llevaba. Comía a deshoras y mi alimentación era caótica y poco saludable.

Pero cuando comencé a practicar yoga, todo empezó a cambiar de forma natural, casi sin darme cuenta. La conexión mente-cuerpo que se desarrolla con la práctica diaria es invaluable. Me hizo entender que el cuerpo es un templo sagrado, el único vehículo con el que contamos en esta vida para evolucionar, aprender y cumplir nuestra misión. Solo tomar conciencia de eso ya representa un gran paso. Aprendí a quererme, a cuidarme, a alimentarme mejor, a moverme con más intención y a vivir con más equilibrio.

Hoy en día, la práctica de yoga es mi forma diaria de nutrir el espíritu. Ha fortalecido mi sistema inmune al punto que no recuerdo la última vez que tuve una gripe. Me siento saludable, vital, y mis células parecen tener la capacidad de regenerarse sin necesidad de medicamentos. Me siento plenamente sana.

Esta conexión espiritual entre mente y cuerpo es vital para mantener un estado de salud óptimo. Forma parte esencial de mi rutina diaria y también de las recomendaciones que doy a mis pacientes. Todo comienza con un cambio de estilo de vida consciente y autónomo, no impuesto. Y cuando esa conexión nace desde adentro, la voluntad de actuar aparece con fuerza y autenticidad, permitiendo hacer cambios profundos y sostenibles.


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